Capítulo 64

Guada llegó esa noche un poco más temprano de lo habitual. Ella solía trabajar a reglamento, después de todo no recibía una paga por ello, sino que era obligada a trabajar los campos. Sin embargo, ese día cumplió su objetivo temprano e hizo bastantes cortes más en excedente, por lo que sus explotadores consideraron atinado permitirle irse antes para motivarla a seguir bajo esa conducta. Ella imaginó que algo así podría ocurrir, ya que por eso había actuado de ese modo. Llegó lo más rápido que pudo a su cuarto, en busca del pequeño querandí. Él ya no estaba. No estaba por ninguna parte. Tampoco estaba la cuerda con la que lo había atado ni rastros que hubiera utilizado algún filo para cortar las sogas. Quizás lo habían descubierto.

            Presa del miedo, salió al pastoral a buscarlo. No había rastros del niño en ninguna parte. Decidió volver al campo de trabajo para preguntarle a sus compañeros si lo habían visto, pero ninguno recordó habérselo cruzado durante el día. Cabían dos posibilidades: o había escapado exitosamente, o lo habían encontrado los patrones. Cualquiera de los dos casos la desolaba. Había perdido la única chance que tenía de saber algo de su familia. Ni el oso había dejado.

            Por su parte, Bárbara intentó por todos los medios volverse a comunicar con su melliza pero fue imposible. Descartó de una vez esa chance, y optó por encarar un proyecto un tanto más ambicioso: encontrar a Geraldine. Hacía meses se había borrado del mapa. Ella sabía que había sido por su seguridad, pero aún temía que con ella podría haber ocurrido lo peor. En el fondo creía que, tal vez, Geri podía estar con su hermana y su sobrina, y aún de no ser así, podría facilitarle alguna información extra sobre Osky y sus secuaces.

            Inicialmente intentó profundizar su búsqueda entrevistando a familiares cercanos de Gery. Ninguno conocía su paradero. Sin embargo, una vieja guía de teléfonos llegó a darle una mano que ni las redes sociales ni los conocidos en común pudieron darle. Los Aisenson en el país son bastantes, pero las zonas por las que viven son muy escuetas. Al llegar a la “m”, Barbi se encontró con una Mariana Aisenson que, por obra de vaya a saber una qué clase de gualicho, había escuchado hablar a su tío abuelo de una tal Geraldine Aisenson que hasta los diez años iba todos los veranos a visitarlo a su finca en Mendoza. Fue simplemente necesario buscar nuevamente en la guía, esta vez cuyana, todos los Aisenson que tuvieran un viñedo en el Sur de San Rafael. Había sólo una. Llamó.

 

Xxx: Finca Los Fresnos, Buenas tardes ¿en qué puedo ayudarle?

Bar: ¿Gery? Hola, ¡¡¡Soy Babi, Ger!!! No sabés lo que me costó ubicarte –se produce un silencio-.

Xxx: Me parece que está equivocado.

Bar: Nonono, Gery, pará, no me cortes. Necesito hablar con vos. Las tienen, necesito ayuda urgente, decime dónde te veo, donde te encuentro…

Xxx: Disculpe señorita, pero usted me está confundiendo con alguien. Acá no trabaja ni vive ninguna Gery, y yo…

Bar: Geraldine no me mientas, por favor. Tienen a mi hermana y a mi sobrina secuestradas. Yo sé que vos sabés algo, por fav –se corta- vor,,,  ¡¡¡Agh!!! –Tira el teléfono- ¡¡¡Dios!!! ¡Qué bronca! –Se deja caer- No Bar, no podès aflojar ahora… pensá… Un momento… -Toma la guía de telèfonos y observa la dirección asociada al número. Luego busca en Internet “Finca Los Fresnos” y nota que coinciden las ubicaciones. – Te tengo pendex-.

           

Geraldine sabía que pasaría. Que el momento de enfrentarse a la verdad y a la dura realidad llegaría tarde o temprano. Sus peores temores se hicieron realidad, así como el terror volvía a tocar la puerta de su casa. El teléfono estaba pinchado. Siempre lo estuvo. Por eso no podía hablar ni con Agus, ni con Babi, ni con Emilia u otro contacto porteño que hubiese tenido alguna vez. Ahora no solamente estaban sus amigas en peligro, sino también ella. Se tenía que ir. Tenía que escapar antes de que llegaran.

            Sin embargo, sabía que no sólo ellos vendrían. Si había algo que siempre caracterizó a Bárbara, y ella lo sabía, era su astucia. La había reconocido, no cabían dudas, y en poco tiempo estaría llegando a Mendoza dispuesta a encontrarla. A su amiga no podía fallarle. A ella no. Tenía que pensar alguna forma de darle alguna otra pista a la melli que pudiera serle útil, y tenía que hacerlo rápido. Muy rápido.

           

            Naim pronto entendió que la corrupción en Córdoba era igual de impune que en Buenos Aires y que abarcaba de forma similar todo el territorio. Es las comisarías aledañas –y no tanto- así como en los hospitales no tenían registro del paso de su amada. Pronto comprendió el lamentable final que tenía ese capítulo de la historia. A Emila se la había tragado la tierra. O peor… la había secuestrado el aire.

            Si bien insistió con que su mujer debía estar en alguna de sus oficinas, fue en vano. Contaba con el testimonio del jefe de la joven, que llamado por ella luego de que el turco volviera devastado pidiendo alguna otra información que se le pudiera dar de la persona que vino a buscarla, se acercó para aportar todo lo que sabía que era nada. Sí, nada, porque después de todo sólo estuvo con ella un corto tiempo. En realidad sí, en realidad le había dicho algo.

 

            Le dijo que donde la tenían a ella, tenían a otras chicas, y que necesitaban ayuda. De un tal Osky sólo le había hablado al oficial, pero algo escuchó el encargado de refilón. A ese tenés que buscar, a Osky.

Naim no durmió esa noche. Por suerte.

            Quizás el encargado podía no recordar con exactitud quién había recibido a la joven y, aunque hubiese podido, sin pruebas no podía hacer más que vanas acusaciones que podían, incluso, ponerla en un mayor peligro, pero posiblemente recordara algún detalle del auto en el que la llevaron. De todas formas, la policía ya estaba notificada de su desaparición. Contra su pesar, debía hacer la denuncia. Sabía que la ponía en un mayor peligro, si es que todavía tenía signos vitales para arriesgar, pero no tenía otra opción.

            Decidió ir a hacer la denuncia directamente en la fiscalía y plantear la desaparición a partir de la noche de la estación de servicio. Con eso por lo menos podía saltear algunos de los tantos alcances corruptos que tienen esas demandas. El problema, GRAN problema, por cierto, es que la fiscalía abría a las 10 de la mañana. Tenían todavía 9 horas para hacer de Emilia un puchero de arroz. Sin embargo, la idea del auto seguía dando vueltas en su cabeza. Era perfectamente posible que el auto en el que la llevaron tuviera, como todos los nuevos autos que incorporó la policía provincial, un GPS de rastreo satelital con registro de recorrido. Estaba claro que si era un mafioso con algunas luces no iba a llevarla con un coche así hasta el prostíbulo, pero mínimamente podía haberlo usado para interceptar a otro coche y acercarlo a la pista. Volvió a la YPF.

            Esta vez habló un largo rato, ya un poco más calmado, con el encargado. Le pidió por favor que si tenía alguna novedad de lo que fuera, o si Emilia volvía a pasar por el shop, que lo llamara, y le dio su número de celular. También lo interrogó acerca de los datos del coche. Era un Chevrolet Corsa. La patente no la recordaba, pero había notado que tenía el paragolpes izquierdo abollado y que una de las luces de la parte superior giraba de forma invertida, por lo que solían apagar su baliza.  Y que las ruedas no eran las originales de fábrica.

            Marcelo, -se enteraría Nani que era su nombre, tras conversar varios minutos- era un fanático de los chevis. De hecho, al ingresar al multirubro de la gasolinera había un póster de Juan Manuel Fangio y su auto cuando ganaron el Gran Premio Internacional del Norte, junto a un Chevrolet. Si hay algo de lo que estaba seguro, es que esas ruedas no podían sino ser algún sobrante de un desarmadero, pero auténticas, imposible.

 

            Bárbara comenzó a planear su viaje a Mendoza. Notó con curiosidad que no había ningún vuelo directo en avión a Mendoza capital que no requiriera hacer escala en Córdoba o en Buenos Aires antes yendo desde La Pampa. También revisó que todos los vuelos salían a partir del día  siguiente a las 17 horas y ella tenía un fuerte presentimiento de que para ese entonces podía ya ser demasiado tarde. Por otra parte, no tenía plata para el pasaje. Quizás podía llamar a Diego y pedirle –si es que la atendía- que le saque un vuelo a Mendoza y que ella luego se lo pagaba cuando estuviera de vuelta de su viaje. Contaba también con la posibilidad de que le eche encima un rosario de puteadas y se niegue, pero no quería pensar en eso todavía. De todos modos, la opción de ir en micro era igual de complicada. Tampoco podía pagarlo, y salían directos desde Santa Rosa recién dentro de un día y medio. Patrañas.

            Pronto recordó que la cerealera en la que había trabajado como infiltrada tiempo atrás enviaba madrugada por medio un camión con un cargamento de cebada a la Región de San Rafael. Si alcanzaba a subirse a este, o si resultaba gauchita con el chofer, capaz alcanzaba a viajar en a penas dos horas. ¡Lo que hacía por la gente que amaba!

 

 

            Gastón caminó con Emilia a cuestas durante varias horas. Se podría inducir que para él fueron años. De a ratos, ella escupía sangre y su cuadro no hacía más que desmejorar. Llevarla a un hospital los obligaría a tener que presentar documentos y no los tenía. Además, no sabían hasta qué punto la fuerza policial de la institución podía llegar a reconocerlos y no podían correr riesgos, por lo que cuando estaban ya por pasar el tercer pueblo, decidió parar y adentrarse en él, en busca de alguna salita de primeros auxilios, o de cualquier tipo de ayuda. 

 

Este capítulo fue un embole, Yo avisé que cuando lo escribí no estaba inspirada, pero el que viene arranca a tener un poco más punchi. Nani detective me encanta, lástima que los de MADS me lo copiaron jaja.

 

¡Beso grande gente! ¡Perdón por la colgadse, y convenzan a Pachu de que suba novela!

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Comentarios: 4
  • #1

    Raquiii (lunes, 19 mayo 2014 18:49)

    Que sea pronto el proximo, si? Gracias. A mi me encanta esa novela, me encanta Nani haciendose el detective. Lo único que no me gusta es que Emi todavia esté "presa" aunque ya no esté en manos del tio Osky.

  • #2

    floo (lunes, 19 mayo 2014 19:27)

    Por fiiiin loca. Hace tanto que no leia estaa. Me desespero. Que la encuentrennn

  • #3

    Antotttt (martes, 20 mayo 2014 10:55)

    Bueno, despues de una lucha en vano contra mi computadora para ver si podia arreglarle la pantalla golpeandola mas, decidi leerla por aca.. jajjja
    a ver, Nani me mata, ¡dale una alegria please!
    Barbi toda una leona, y Emilia me transmite dolor por lo mal que esta..
    ¿no te pareeeeeeeeeeece que es hora de tirarnos un lance? quiero encuentro aunquesea con Emi mueriendose:(
    Como amo esta novela!!!! y como escribis asi tan sadfghj <3
    Te ama; Anto the best ah xd

  • #4

    cam (miércoles, 21 mayo 2014 23:03)

    hoa, muy linda nove.. seguila!! bess